El sueño es uno de los aspectos más importantes de la vida humana y su historia está llena de relatos fascinantes. Desde las civilizaciones antiguas hasta los tiempos modernos, la búsqueda de una buena noche de descanso ha sido primordial. En este artículo exploraremos la historia del sueño y su relación con los colchones, para tener una idea de cómo han evolucionado para brindarnos un merecido descanso.
Como sabemos, nuestros antepasados primitivos evolucionaron del mono, esta especie suele dormir en los árboles, aunque nosotros ya no lo hacemos. ¿A qué se debe esto? De acuerdo con el investigador Matthew Walker, cuando los primeros homínidos comenzaron a adquirir posiciones más erguidas, les fue más difícil aferrarse a las ramas al dormir y debido a esto solían caerse de los árboles. Como dormir en el suelo no es seguro, el investigador asegura que posiblemente esto dio pie a que el tiempo de descanso se redujera, pero al mismo tiempo que fuera más productivo, llegando a lo que conocemos como el sueño REM, una fase que nos ayuda a descansar en profundidad y que tiene una corta duración.
El descanso REM, según Walker, pudo haber estimulado al cerebro para mejorar nuestra capacidad de asociación y respuesta, facilitando posteriormente el desarrollo de avances tecnológicos y el aprovechamiento de los recursos naturales. Aquí toma importancia la adopción del fuego en nuestra vida diaria y este es un punto que también es muy importante, porque gracias a este elemento, fue más fácil ahuyentar a las amenazas naturales que rodeaban a nuestros antepasados, como el frío, los animales carnívoros e incluso algunas las plagas.
Ya sabemos que el ser humano ha dormido desde el principio de los tiempos, dormir es una parte ineludible de nuestro día a día y es un rasgo que compartimos con muchos otros animales, como perros y gatos. Al principio no contamos con camas ni colchones, simplemente nuestros antepasados se acostaban donde encontraran un lugar seguro y medianamente cómodo. Así es como a medida que nuestra especie evolucionó, también lo hicieron nuestros hábitos de sueño.
Empezamos a quedarnos en una ubicación fija y comenzamos a construir casas. Nos deshicimos de nuestros instintos cavernícolas y dormimos en el suelo con menos frecuencia. ¿En qué dormíamos? Alrededor del año 3500 a. C., las personas empezaron a dormir en colchones primitivos fabricados con paja, plumas o lana, para buscar más comodidad y alejar los insectos de sus cuerpos.
Durante el siglo XVII, en la Edad Media, las personas tenían un hábito que es muy poco común en la actualidad: el sueño bifásico o a dos tiempos. Las familias dormían en grandes colchones donde se juntaban familiares e incluso la servidumbre para dormir, esto les permitía mantener la temperatura e incluso, incentivaba las buenas relaciones sociales.
En la Edad Media se dormía en el colchón hacia las 9 p.m., luego, dos horas después, se despertaban para realizar actividades rutinarias: hablar, consumir alimentos o alimentar el fuego, en caso de que fuera una persona de la servidumbre. Hacia la 1 a.m. procedían a dormir hasta el amanecer o más tarde, si se lo podían permitir.
De acuerdo con el historiador Roger Ekirch, con la Revolución Industrial y la adopción de la energía eléctrica en los hogares, ocurrieron varios fenómenos que transformaron los hábitos de sueño: ahora era más fácil aprovechar las primeras horas de la noche, se empezó a dormir más tarde, había que despertarse temprano para cumplir horarios y estaba la presión de ser “más productivos”, por eso las horas de sueño se comprimieron y se eliminó la vigía nocturna.
Estos hábitos perduran al día de hoy, cuando cada vez se percibe una mayor reducción de las horas de descanso y el incremento de las dolencias relacionadas con esa falta de sueño. Aquí se evidencia la importancia de dormir bien, brindándole al cuerpo la posibilidad de recuperarse tras las jornadas diarias. El descanso se trata de más que tumbarse en una cama, conlleva tener hábitos saludables de sueño y velar por contar con una habitación cómoda, incluyendo el colchón en el que duermas.
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